En
este filme del Grupo ETC sobre biología sintética se describe el acecho
de la industria biotecnológica a la agricultura campesina y los riesgos
desconocidos a que nos someten las corporaciones al imponernos
alimentos, cosméticos, limpiadores, fragancias y otros productos
derivados de la también llamada “ingeniería genética extrema.” Véanlo en YouTube: ESPANOL: https://www.youtube.com/watch?v=2_4_C85Yn7M&feature=youtu.be PORTUGUES: https://www.youtube.com/watch?v=99zBbrHYraE
Imagínense:
¿Qué
les
parecería
que
los
seres
vivos
fueran
máquinas?
Máquinas
que
se
pueden
desarmar,
reprogramar
y
volver
a
ensamblar
para
que
hagan
cualquier
cosa.
Reprogramar
las
plantas
para
convertirlas
en
lámparas,
o
manipular
la
levadura
para
producir
vainilla.
De
hecho,
la
industria
de
la
biotecnología
lleva
años
pensando
la
vida
de
esta
forma,
y
ha
ido
desarrollando
técnicas
para
esos
propósitos.
Es
el
furor
total
por
lo
que
se
denomina
biología
sintética.
No
nos
confundamos:
los
seres
vivos
no
son
máquinas.
Una
bacteria
o
una
levadura
son
organismos
complejos,
en
evolución
continua.
Tan
diferentes
de
una
máquina
como
lo
es
un
rascacielos
de
una
nube.
Pero
la
biología
sintética
busca
organizar
la
vida
como
si
fuera
una
industria,
y
redefinir
a
los
seres
vivos
llamándoles
“organismos
reprogramables.”
¿Cómo
lo
quieren
hacer?
Todos
los
seres
vivos
tenemos
un
cuerpo,
que
los
ingenieros
de
la
biología
sintética
imaginan
que
es
una
mera
estructura.
También
tenemos
algo
así
como
las
instrucciones
para
vivir
y
reproducirnos,
lo
que
llamamos
el
“código
genético”,
que
se
compone
de
cuatro
letras
químicas:
G,
T,
C
y
A.
Éstas
se
combinan
de
formas
especiales
en
cada
uno
de
los
seres
vivos,
para
desarrollarse
y
hacer
cosas
específicas,
Ya
sea
producir
tinta
o
vainilla,
o
una
proteína
fosforescente.
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Ahora
imaginemos
que
el
código
genético
puede
alterarse,
de
modo
que
sobre
la
estructura
pueda
fabricarse
algo
con
valor
comercial,
convertirse
en
una
“máquina
biológica”.
Cada
célula
podría
reprogramarse
como
una
fábrica
microscópica
productora
de
compuestos
químicos
muy
valiosos
en
el
mercado.
Y
como
se
auto-‐reproducen,
pronto
tendríamos
millones
de
esas
“fábricas
celulares”,
trabajando
en
tanques
industriales.
Esa
sería
una
de
las
formas
de
producir
plásticos,
fragancias,
aditivos
para
alimentos,
y
combustibles.
Ese
es
el
sueño
detrás
de
la
biología
sintética.
Aplicar
la
ingeniería
para
reprogramar
seres
vivos
y
que
produzcan
“cosas”.
La
biología
sintética
ya
es
una
industria
de
miles
de
millones
de
dólares.
Existen
unas
cien
compañías
de
biología
sintética
asociadas
con
las
más
grandes
empresas
de
química,
alimentación,
energía
y
cosméticos
del
planeta.
Muchas
de
ellas
tienen
productos
en
el
mercado
que
todos
conocemos.
Según
explican
estas
compañías,
sus
productos
ya
están
en
bebidas,
jabones,
cremas
para
la
cara
y
detergentes.
No
están
regulados,
ni
etiquetados,
ni
pasan
por
el
radar
de
la
opinión
pública.
Técnicamente,
la
biología
sintética
es
un
avance
de
la
genética,
algunos
le
llaman
“ingeniería
genética
extrema”.
La
manipulación
de
la
vida
ha
cambiado
mucho
desde
que
comenzaron
a
empalmarse
y
fragmentarse
genes
en
los
años
setenta.
Antes
los
ingenieros
genéticos
buscaban
partes
de
ADN
en
la
naturaleza,
lo
cortaban
de
organismos
reales
y
lo
insertaban
en
un
nuevo
huésped,
algo
así
como
“cortar
y
pegar.”
Hoy
los
biólogos
sintéticos
usan
una
impresora
de
ADN,
que
construye
ADN
artificial
“desde
cero”
combinando
los
códigos
genéticos
de
cualquier
forma.
Así
que
ya
no
es
necesario
el
ADN
natural,
simplemente
puede
comprarse
por
internet.
Se
dice
que
es
posible
imprimir
en
laboratorio
todo
el
ADN
de
un
ser
vivo.
El
científico
Craig
Venter
creó
en
2011
un
microbio
al
que
apodamos
Synthia,
y
todo
su
ADN
había
sido
producido
con
una
máquina.
Dijo
que
se
trataba
de
“la
primera
especie
en
el
planeta
cuya
mamá
era
una
computadora.”
Las
compañías
de
biología
sintética
ya
crean
códigos
de
ADN
artificial,
que
forzan
a
los
microbios
a
producir
sustancias
químicas
para
usos
industriales.
Evolva,
una
empresa
suizo-‐estadounidense,
“reprogramó”
una
levadura
para
producir
el
compuesto
que
se
encuentra
en
el
azafrán.
El
azafrán
proviene
de
las
flores
de
crocus
que
crecen
en
Irán,
pero
Evolva
quiere
sintetizarlo
en
enormes
tanques,
de
manera
similar
a
como
se
fermenta
la
cerveza.
Otra
levadura
re-‐diseñada
con
biología
sintética
produce
el
sabor
a
vainilla.
Como
las
levaduras
se
fermentan
con
agua
y
azúcares,
las
compañías
quieren
vender
sus
imitaciones
como
“naturales.”
Esto
pone
a
competir
a
los
agricultores
directamente
con
las
invenciones
de
la
biología
sintética.
La
perspectiva
de
crear
en
laboratorio
alimentos
y
productos
de
consumo
entusiasma
a
la
industria
de
saborizantes
y
fragancias
pero
para
los
agricultores
es
fatal
que
los
derivados
de
la
biología
sintética
se
presenten
como
naturales.
En
cada
hectárea
de
azafrán
trabajan
casi
300
personas,
y
reemplazar
la
especias
con
sustitutos
de
laboratorio
amenaza
el
empleo
de
millones
de
campesinos
en
todo
el
mundo.
Aproximadamente
200
mil
personas
cultivan
la
vainilla
en
Madagascar,
Uganda,
México
y
otros
países.
Ellos
ya
han
sufrido
pérdidas
por
la
vainilla
química
que
se
vende
hace
40
años.
La
vainilla
de
levaduras
modificadas
genéticamente
destruiría
para
siempre
sus
fuentes
de
ingreso.
La
biología
sintética
amenaza
los
ecosistemas.
Al
cultivar
la
vainilla,
los
campesinos
protegen
el
equilibrio
total
de
la
selva.
Pero
si
el
precio
de
la
vainilla
natural
se
desploma,
tendrán
que
abandonar
sus
bosques,
dedicarse
a
cultivos
industriales
o
trabajar
en
las
ciudades
para
tener
ingresos.
Por
supuesto,
la
industria
de
la
biología
sintética
no
puede
deshacerse
totalmente
de
los
agricultores:
las
levaduras
y
algas
que
producen
los
compuestos
requieren
inmensas
cantidades
de
azúcares.
Por
eso
las
fábricas
más
importantes
de
productos
de
biología
sintética
están
en
Brasil,
que
cultiva
caña
en
enormes
plantaciones.
El
azúcar
tiene
un
lado
sumamente
amargo.
Las
plantaciones
de
caña
devoran
toneladas
de
insumos
químicos
y
chupan
toda
el
agua
posible.
Los
jornaleros
son
prácticamente
esclavos.
La
expansión
de
la
caña
de
azúcar
está
destruyendo
la
región
de
El
Cerrado
y
está
desplazando
otros
sistemas
agrícolas
en
lo
profundo
del
Amazonas.
Las
empresas
de
biología
sintética
especulan
que
sus
microbios
podrán
alimentarse
de
virutas
de
madera
o
gas
natural.
Se
están
asociando
con
la
industria
del
fracking
para
producir
energía
a
cualquier
costo.
Y
la
cuestión
de
la
seguridad
es
muy
delicada.
La
ingeniería
genética
ya
enfrentó
40
años
de
controversia
global
debido
a
los
efectos
impredecibles
que
puede
acarrear
la
manipulación
del
ADN.
La
biología
sintética
aumentará
las
incertidumbres.
Cómo
se
comportará
y
se
reproducirá
un
organismo
producido
en
laboratorio,
es
hasta
el
día
de
hoy
una
total
especulación.
¿Qué
ocurriría
si
una
alga
genéticamente
transformada
para
producir
gasolina
se
escapa
y
comienza
a
reproducirse
en
manantiales,
ríos
y
océanos?
Ya
se
han
modificado
algas
mediante
biología
sintética,
que
podrían
convertirse
en
una
mancha
de
petróleo
que
crece
sin
control.
Los
gobiernos
no
saben
cómo
evaluar
la
seguridad
de
la
biología
sintética.
Supondríamos
que
sus
productos
deben
estar
confinados,
pero
hay
noticias
de
una
nueva
ola
de
organismos
modificados
genéticamente,
que
se
planea
liberar
en
el
ambiente.
En
2013,
un
grupo
de
“bio-‐hackers”
de
California
reunió
mediante
el
sitio
Kickstarter
medio
millón
de
dólares
para
desarrollar
y
vender
una
planta
fosforescente.
Por
contribuciones
de
$40
dólares,
el
Glowing
Plant
Project
prometió
enviar
miles
semillas
manipuladas
a
más
de
6
mil
personas
en
Estados
Unidos.
Una
liberación
en
el
ambiente,
sin
vigilancia
y
en
gran
escala.
Estados
Unidos
dijo
no
tener
los
medios
para
regular
ese
tipo
de
organismos
(lo
cual
es
difícil
de
creer).
Así
que
a
pesar
de
la
oposición
radical
que
el
proyecto
levantó,
comenzarán
pronto
a
enviar
semillas
de
plantas
modificadas
con
biología
sintética,
sin
ninguna
precaución.
Mientras
la
industria
de
la
biología
sintética
sigue
su
carrera,
los
reguladores
se
quedan
atrás.
Delegados
de
193
países
al
Convenio
sobre
Diversidad
Biológica
comienzan
lentamente
a
considerar
la
importancia
que
tiene
vigilar
la
biología
sintética.
Hay
una
disputa
internacional
en
curso
entre
los
países
ricos
que
respaldan
a
la
industria
de
la
biología
sintética
y
los
países
cercanos
a
los
trópicos,
cuyos
agricultores,
selvas
y
bosques
pueden
perder
todo
con
los
reacomodos
del
mercado
que
la
biología
sintética
promueve.
Octubre
de
2015
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