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Dictadura, colonización y expansión
Las venas de América Latina siguen sangrando
Trochando Sin Fronteras
El 31 de Marzo de 1964, un golpe de Estado encabezado por militares derechistas derroca al presidente João Goulart. El golpe se da como respuesta a medidas nacionalistas tomadas por su gobierno como los controles al aumento del precio de los alquileres, la nacionalización de las refinerías de petróleo, la expropiación de las tierras no explotadas y la limitación de la exportación de ganancias obtenidas por las empresas foráneas, medidas que daban cierta autodeterminación al país, sacudían parte de la injerencia imperialista y afectaban intereses de la oligarquía.
A raíz del golpe, revueltas populares se levantan, los movimientos sociales así como los partidos políticos de izquierda son perseguidos, se cuentan por miles los asesinatos cometidos por la dictadura; la represión es combatida por grupos guerrilleros de ideología marxista e influenciados por el triunfo de la revolución cubana. Mientras el pueblo sufre la represión brutal, la oligarquía nacional brasilera y el imperialismo acrecientan sus inversiones, expanden los latifundios y aumentan sus ganancias y fortunas. 21 años después, la presión popular y el desgaste de la dictadura, la hacen caer, se realizan elecciones directas.
Al final de los años 60 y 70 y como parte de la política económica de la dictadura, se inició una agresiva campaña de “colonización” y expansión de las inversiones en la zona norte del país, más específicamente en región amazónica, lo que produjo deforestación y potrerización de millones de hectáreas con la consecuente concentración y ampliación latifundista (sólo una familia, los Mutrán, llegó a tener más de 50 mil hectáreas), para la misma época -en el año de 1967- se descubren los yacimientos de hierro en la “serra dos Carajás” por una empresa subsidiaria de la “United States Steel Corporation”.
Debido al importante hallazgo la compañía Vale do Rio Doce, para el año de 1970 empieza a desarrollar el “Projeto Carajás”. En esta misma zona fueron también descubiertos otros yacimientos minerales de cobre, manganeso, bauxita, níquel, estaño y oro, además en la región también está la “Serra Pelada”, gigantesca explotación artesanal de oro -que fue inmortalizada por el fotógrafo Sebastián Salgado- ahora abandonada por los pequeños mineros y la riqueza del yacimiento exprimida por la Vale.
El descubrimiento de los yacimientos contribuyó en gran medida a la deforestación de la selva amazónica en esta parte de Brasil, no sólo por los daños ambientales propios de la explotación minera sino también por la ampliación de la frontera agropecuaria con fines latifundistas y la destrucción de miles de hectáreas de bosque para quemar su madera y de esta forma producir el carbón necesario para el funcionamiento de siderúrgicas en la región sur-sureste de Pará, norte del estado de Tocantins y oeste de Maranhão.
La Vale.
En la primera fase que se desarrolló en los años 70 y 80 del proyecto Carajás se explotaban cerca de 10 millones de toneladas de hierro al año con una calidad cercana al 70% de hierro en el material extraído, para esos años la Vale do rio doce (Valle del río dulce) era una de las empresas insignias del Estado brasilero que para la primera mitad de los años 90 explotaba en promedio 80 millones de toneladas de mineral de hierro, sin embargo la súper-explotación de los minerales del rico subsuelo de esta parte de la Amazonía aún no empezaba.
Para el año de 1997, en la presidencia del neoliberal Fernando Henrique Cardozo, el gobierno brasilero privatiza la empresa, cambia su nombre de Vale do rio Doce a simplemente Vale, para ese año se produjeron 184.974.000 toneladas de mineral de hierro y acero en el Brasil de las cuales por lo menos 100 millones salieron de las minas del complejo Carajás. La privatización de la empresa aumentó exageradamente la explotación de minerales, para el año 2008 la producción de mineral de hierro y acero en el Brasil llegó a 360.000.000 de toneladas de las cuales 250.000.000 salieron del sur sureste paraense.
En la actualidad la producción brasilera llega a la cifra de 400.000.000 de toneladas al año, de las cuales tres cuartas partes son producidas en el complejo del sureste Paraense dando la increíble cifra de 822.000 toneladas diarias convirtiéndola en una de las minas de hierro más grandes del mundo y con miras a expandirse. Las acciones de la empresa se encuentran en proporción de un 55% en manos de fondos de inversión estatales y un 45% en manos de bancos y otros inversionistas privados, la Vale cotiza sus acciones en las bolsas de valores de París, Nueva York, Hong Kong y São Paulo y junto a la BHP Billingtong (Dueña en Colombia de Cerromatoso en el departamento de Córdoba y accionista de El Cerrejón) y la empresa Río Tinto son las tres mayores mineras a nivel mundial.
Esta gran cantidad de hierro extraído sobrepasa de lejos la demanda interna brasilera que ronda los 35 millones de toneladas anuales y que es suplida por explotaciones en el estado de Minas Gerais por compañías como la propia Vale y Votorantim (ahora dueña de Acerías Paz del Río y Minas Paz del Río en Colombia). Por consiguiente el 90% de la explotación de mineral es para la exportación en bruto a países como Alemania, Estados Unidos, Japón y China, material que es transportado en camiones y por vías férreas por trenes con 300 vagones que hacen entre 6 y 8 viajes de ida e igual número de vuelta al día, desde la región de la explotación hasta el puerto situado en la ciudad de São Luis, capital del estado de Maranhão.
Para el 2014 la empresa Vale obtuvo ganancias netas por el orden de 657 millones de dólares y además pagó 4.200 millones de dólares en dividendos a los accionistas por su producción de 331.6 millones de toneladas de mineral de hierro y sus inversiones en más de 35 países. Sin embargo la empresa calificó el año pasado como “un año muy difícil debido a la caída acentuada hace cinco años de los precios de los commodities.”[1]
En Brasil y debido a leyes y normas de los gobiernos las empresas mineras pagan en materia de impuestos sólo entre el 1 y 3% de las ganancias obtenidas por sus operaciones, dependiendo del mineral extraído, además, reciben exenciones tributarias para actividades como la exportación.
Aparte de las actividades de explotación del mineral, la empresa es dueña de la línea férrea de 900 kilometros que conecta el complejo minero de Carajás con São Luis de Maranhão, del puerto de embarque y de los barcos para la exportación de material.
En Colombia, hasta el año 2012 la empresa Vale tuvo inversiones cercanas a los 300 millones de dólares en el departamento del Cesar, en donde explotaba una mina de carbón térmico que producía alrededor de 4,5 millones de toneladas al año, además poseía un puerto de embarque en el Atlántico y acciones que le daban propiedad de aproximadamente el 10% de Fenoco (ferrocarriles del norte de Colombia), estos activos fueron comprados por un fondo de inversionistas privados.
Los trabajadores.
En los años del funcionamiento de las mineras y el avance territorial del capitalismo en la región se han presentado diferentes transformaciones ecológicas. La región sur de Pará ha visto el nacimiento de ciudades importantes en menos de 30 años, caso emblemático el de la ciudad de Parauapebas que con 27 años cuenta ya con una población cercana a los 300.000 habitantes -quienes en su mayoría están relacionados con la minería, el transporte y los servicios- expulsando a los indígenas y ocupando porciones de selva a las márgenes del río homónimo.
Para llevar a cabo sus operaciones, la Vale Carajás emplea directamente una cifra cercana a los 12.000 trabajadores, sin embargo, por cada trabajador con vinculación directa, la empresa tiene 3 tercerizados es decir, trabajan para la Vale pero su vinculación laboral se hace a través de otras empresas, garantizando salarios más bajos, menores garantías económicas y sindicales y aún más ganancias para la empresa.
Así como en los años anteriores a su privatización la empresa representaba para el estado brasilero un activo estratégico, para los trabajadores se mostraba como una oportunidad de trabajo estable, con salarios que rondaban en promedio el equivalente a 10 salarios mínimos mensuales y otros beneficios. A raíz de la privatización de la empresa las vinculaciones se han pauperizado, los salarios han bajado hasta 2.5 salarios mínimos mensuales en promedio y por la “crisis” de la empresa se han recortado beneficios como el subsidio de arriendo para vivienda, la bolsa de alimentación y el paquete de salud.
Es importante resaltar que según algunos estudios, los trabajadores de este tipo de minería monstruosa tienen probabilidades significativamente más elevadas de sufrir amputaciones, la muerte o problemas mentales asociados a la esquizofrenia.
Para enfrentar las intenciones de los patronos y darle mayor fuerza a la lucha de los trabajadores, se creó Metabase, sindicato de los trabajadores de la industria de hierro y metales básicos, que cuenta con 23 seccionales estaduales en Brasil y miles de asociados. Sin embargo y en contra de los intereses de los obreros, en 22 de las 23 seccionales del sindicato las direcciones apoyan decididamente las medidas de la empresa llegando incluso a perseguir a trabajadores que promueven reivindicaciones obreras, a esta dinámica de cooptación del movimiento sindical sólo escapa la seccional de estado de Minas Gerais.
Para el caso de Carajás, de los trabajadores vinculados directamente, 4.000 están afiliados al sindicato constituyendo de esta manera la mayor seccional del sindicato en el Brasil, también en manos de los patronos pero con un creciente Movimiento de oposición sindical que por un lado ha sido apoyada por movimientos sociales y reprimida por la empresa y sus esbirros en el sindicato.
La disputa por el sindicato en Pará ha tenido como centro de la persecución al trabajador Anízio Álves Teixeira, uno de los impulsores del Movimiento de oposición sindical y candidato a las elecciones del sindicato por la chapa (plancha) 2, Anízio fue despedido ilegalmente de la empresa, por sus labores políticas, por la distribución y participación en la edición del informativo “a classe operaria sem censura” (“la clase trabajadora sin censura”) que denuncia los movimientos de la empresa así como el mal proceder de las directivas del sindicato. Un juez ordenó la restitución de Anízio a su trabajo a lo que la empresa ha contestado dilatando la realización de las elecciones, presionando al sindicato para declarar ilegal la postulación de la chapa 2 y buscando que sus miembros sean despedidos.
El capital arremete y clava sus garras con más fuerza.
La división internacional del trabajo como repartición capitalista del mundo impuesta violentamente o por medio de medidas que buscan explotar las “ventajas comparativas” con locomotoras o planes desarrollistas, busca los mayores rendimientos para la acumulación de capital pasando por encima de comunidades, biomas y territorios sin importar necesidades reales de pueblos y naciones.
En esta división capitalista del mundo, a las tierras del sur se nos imponen las necesidades de las transnacionales y del imperialismo como propias, así, nuestros países se convierten en productores de materias primas –commodities-.
En la amazonia brasilera aparte de la depredación causada por la Vale, los inversionistas están inyectando enormes cantidades de dinero para la instalación de monocultivos de maderables como pino, eucalipto y teca, y cereales como soja y maíz –agronegocio-, construyendo enormes represas para la generación de energía –hidronegocio- y cebando millones de cabezas de ganado para la exportación – 70 millones de cabezas de ganado tiene en la actualidad la región norte de Brasil-, negocios que necesitan de un paso anterior común: la deforestación y el desplazamiento de comunidades.
Llama la atención que estos intereses son muy parecidos a los que impulsaron la confianza inversionista del expresidente Álvaro Uribe e impulsan la locomotora minero-energética y el proyecto de las Zonas de interés de desarrollo empresarial ZIdres de Santos en Colombia, así como el proyecto de interconexión internacional IIRSA para la amazonia.
Los pueblos resisten.
La llegada de estas empresas e inversiones generan, de cualquier manera, reacciones, ya sea en muchos casos de postración a los intereses del capital por gran parte de los gobiernos o la disputa por el territorio y el manejo soberano de los bienes de la naturaleza, que hacen las comunidades para desarrollar lo que han denominado un proyecto popular para Brasil.
Es así como el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra –MST- hace frente al latifundio con tomas de tierras, campamentos y lucha política por una reforma agraria que vaya más allá de la distribución de la tierra y garantice un buen vivir para los campesinos y una lucha frontal contra el agronegocio y la llamada revolución verde.
Contra la minería en sus afectaciones y su política se destacan el Movimiento Nacional por la soberanía popular frente a Mineração –MAM-y los sectores del sindicalismo popular, así como comunidades indígenas, campesinas y negras que viven en carne propia los problemas causados por la minería.
Existe además el Movimento dos atingidos pelas barragens –MAB- movimiento que tiene reivindicaciones contra las hidroeléctricas y sus afectaciones.
Estos movimientos son sólo una muestra de las organizaciones que resisten existentes en la región y en Brasil en general.
La lucha para detener el desangre de las riquezas naturales de nuestras naciones y pueblos traspasa esfuerzos individuales y necesita de organizaciones sociales y populares, regionales, nacionales e internacionales que encaminen sus esfuerzos para la construcción de un proyecto económico político y social que deje atrás el capitalismo y su depredación natural y humana.
En los últimos años se han dado pasos en firme para la consolidación de articulaciones internacionales de lucha como lo son la Vía Campesina a la cual el Coordinador Nacional Agrario CNA hace parte y el ALBA de los pueblos que cuenta con la participación del Congreso de los pueblos.
Las luchas locales y propias de nuestras comunidades en pos de la soberanía y autodeterminación de los pueblos son aporte y garantía para las luchas del mundo y apoyo real para hacerle frente a las transnacionales de múltiples facetas y expresiones como la Vale.
Nota
[1] Palabras de Luciano Siani, director ejecutivo de Finanzas de Vale, en un video dirigido a los inversores. Información de AFP.
Publicado originalmente en: Trochando Sin Fronteras: http://trochandosinfronteras.info/la-vale-las-venas-de-america-latina-siguen-sangrand/
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Entrevista a Silvia Federici, activista feminista y profesora de la Universidad de Hofstra de Nueva York
“El poder mágico del consumismo sólo se puede desarrollar sobre un desierto emotivo, un desierto social”
Revista Pueblos
Escritora, activista y profesora de la Universidad de Hofstra de Nueva York, Silvia Federici es una referente en la economía feminista. Hablamos con ella durante el V Congreso Estatal de Economía Feminista [1] sobre cuestiones como el sistema capitalista, las alternativas soñadas y en marcha, la lucha salarial, el trabajo doméstico, la quema de brujas y el imaginario popular.– ¿De qué hablamos cuando nos referimos a la economía feminista?
– La economía feminista es un proyecto con mucho coraje que se ha propuesto cambiar de manera significativa una disciplina que ha estado más comprometida con la economía capitalista que con ninguna otra. Creo que ha tenido muchos efectos importantes: el primero, someter la economía oficial a una crítica radical de su metodología, de su forma de medir, de su aplicación del método cuantitativo, del análisis de la realidad social que no se puede reducir a una fórmula matemática y de sus valores estructurales; el segundo, poner en el centro de esta deconstrucción de la economía la importancia de toda un área de actividades que definimos como reproductivas, muy importante para el movimiento feminista pero sistemáticamente desconocida y desvalorizada por la economía oficial. El cuidado, el trabajo del hogar, las relaciones familiares, sexuales o procreativas, el cuidado de los niños, el de las personas enfermas, el de los mayores… Para la economía feminista esto es fundamental, no solamente para la reproducción de nuestra vida, sino también para la producción del sistema capitalista, porque la sociedad ha sido sometida a esta producción.
Las economistas feministas hemos visto la importancia de todo este conocimiento e iniciado una investigación sobre las consecuencias y los efectos de la invisibilización. En concreto, hemos empezado un trabajo de democratización del lenguaje que ha permitido crear un espacio donde las mujeres que no son economistas expertas pueden empezar a comprender cuál es la lógica de este sistema en el que vivimos, una lógica realmente perversa.
Por ejemplo, estudios como el de Madeleine Fairbairn (sobre la medida de los estándares del PIB y sobre cómo las organizaciones internacionales y los gobiernos cuentan y excluyen el trabajo de reproducción de sus cuentas) nos han permitido comprender que el crecimiento de niños y niñas no es considerado productivo, pero fabricar las armas que los matan sí que lo es.
Gracias a estos estudios podemos entender la lógica que calificaba de perversa, porque la economía como disciplina ha creado un nudo que nos impide ver la verdad de las relaciones capitalistas. Es una red de categorías, conceptos, asuntos y asunciones que son como un muro que la gente común no puede comprender, que nos ofusca la visión. Por este motivo ha sido importante comenzar a explicar qué significan estas categorías y empezar a construir, a pensar y a imaginar la posibilidad de una alternativa.
– En este contexto, advierte sobre el peligro de que la economía feminista se convierta en una rama más de la economía. ¿Cómo cree que se podría evitar esto?
– Creo que se puede evitar si las economistas feministas trabajan en la economía como espías en un territorio hostil. No se trata de educar a las y los economistas, sino de comprender y transmitir la conciencia que pueden adquirir trabajando dentro la economía. Una vez adquirida, se podría empezar un trabajo de educación importante, porque, en mi opinión, el riesgo es dejar de pensar.
Por este motivo, creo que es importante que la economista feminista tenga su punto de referencia en los movimientos, sea como inspiración por la economía alternativa (lo que es necesario hacer a partir de la lucha o de la expresión, ya que la lucha exprime necesidades, dificultades y posibilidades), sea como guía para no olvidar por quien se escribe y por quien se hace este trabajo. El riesgo es pensar que nuestros referentes son los economistas de los institutos académicos.
Se habla de las mujeres y de la igualdad, pero después se aprueban leyes que destruyen la condición de igualdad. El reto por tanto es enseñar al sistema a ser contundente, porque muchas feministas han participado en conferencias de las instituciones y la gente identifica el feminismo como el que ha sido construido por Naciones Unidas. Es importante que las economistas feministas no repitan esto.
– ¿Qué opina sobre las potencialidades de la economía feminista?
– La economía feminista debería tener dos objetivos principales: por un lado, revalorizar el trabajo de reproducción y, por otro, demostrar la centralidad, no solamente del trabajo de cuidado. Tengo un poco de resistencia a este concepto porque durante muchos años en el movimiento feminista en el que milité nunca se habló de cuidado. El término “cuidado” es completamente nuevo, de los años 90. En los documentos feministas de los años 70 y 80 se habla de trabajo doméstico o trabajo de reproducción, pero nunca de trabajo de cuidados. ¿Por qué? ¿Cuál es para mí el problema? El problema es que se va a construir una nueva jerarquía entre las mujeres que hacen el trabajo material (limpiar la ropa o las calles) y el trabajo que se ve como más emotivo, intelectual, educativo, relacional… Por eso yo uso estos términos pero con mucha cautela, porque no me gusta separar el trabajo material del inmaterial. Para mí es muy importante demostrar la centralidad.
El trabajo de cuidados es un ejemplo paradigmático, no se puede olvidar que lo material e inmaterial es indisoluble en el trabajo que reproduce la vida de una persona. Piensa en la educación de las niñas o en la cura de los enfermos. Si sabes cómo se cura un enfermo, qué significa trabajar con una persona que no es autosuficiente, es que sabes que no se puede separar una cosa de la otra. La gran tragedia hoy es exactamente esto, la separación. Lavar, limpiar o amamantar a un niño o niña, ¿es material o inmaterial? Si piensas en el trabajo de reproducción te das cuenta de cuánta estupidez hay en esta tendencia a la separación. No me gustaría que las mujeres reprodujeran de manera indirecta esta dinámica que sitúa a los conceptos en niveles más altos o bajos según el tipo de trabajo. Conservar la naturaleza, cocinar, el trabajo sexual, hacer el amor… ¿qué es, material o inmaterial? ¿Cómo se puede separar? No, no vamos a reproducir esta visión que separa y que hemos criticado tanto en los hombres, en los intelectuales.
– Señala a los movimientos sociales como fuente de inspiración. ¿Qué fortalezas podrían aportar al sistema para hacerlo más sostenible, justo y equitativo?
– Cuando hablo de movimiento social lo hago entendiéndolo como un concepto amplio y diverso, porque hay muchos tipos de movimientos sociales y de algunos no soy muy entusiasta. Me gusta mucho lo que tantos compañeros y compañeras en América Latina dicen: “no es importante hablar de movimiento social sino de sociedades en movimiento”. Hablo de movimientos sociales muy arraigados en la sociedad, que cooperan y que miran lo que está cambiando a nivel de base. Movimientos sociales no como organizaciones separadas, sino como clave en la reflexión que está ocurriendo en varias partes del mundo y que nacen de la conciencia de que esta sociedad capitalista no nos puede garantizar nada, que no puede ofrecer prosperidad o seguridad de vida sino sólo a grupos limitados, en períodos concretos y en condiciones particulares, como ocurrió después de la II Guerra Mundial, de los años 40-50 hasta los 60-70.
Fue una época asombrosa en la que se consiguió desestabilizar el sistema gracias a los grandes movimientos sociales contra el capitalismo: la descolonización, la lucha anticolonial, las revueltas en las fábricas de los obreros industriales, el alzamiento contra la guerra del Vietnam, el movimiento feminista o el surgimiento del indigenista. Fue un período increíblemente importante que puso en crisis de manera estructural la capacidad de la sociedad capitalista de producir y reproducirse. El proceso de globalización, la intención de cambiar el mundo de las bases durante los años 80-90, fue la respuesta del sistema.
Hay una gran conciencia sobre el hecho de que el capitalismo puede conceder la prosperidad o el nivel adecuado de vida solamente en condiciones particulares. En este contexto, es importante comprender y analizar lo que es el consumismo, producto directo de un gran empobrecimiento social. Si tienes una vida rica desde el punto de vista emocional, con buenas relaciones sociales, no te pierdes por una camiseta. El poder mágico de las cosas, es un poder que se puede desarrollar sólo sobre un desierto emotivo, un desierto social.
Un gran número de poblaciones ya se sienten excluidas porque han sido expulsadas de sus tierras, de sus trabajos, de sus salarios…. Por eso están intentando crear formas diferentes de vida, organizándose de formas diversas. Los movimientos sociales que tienen sus raíces y sus cimientos en estas poblaciones son los más importantes.
Los movimientos feministas populares de América Latina son los movimientos que el capitalismo reprime. Me refiero a los que tienen como punto de referencia las grandes luchas de las mujeres campesinas por defender los campos, la agricultura de subsistencia y la soberanía alimentaria, o las luchas contra el extractivismo, contra la minería, contra las cárceles y contra todas las formas de represión militar. El zapatismo, en México, o el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, en Brasil, son sólo dos de los muchos ejemplos que existen.
Muchos son movimientos creados sobre una base territorial que están empezando una forma de producción diferente teniendo presente el autogobierno. En mi opinión, esto es lo que se está ocurriendo por primera vez en el mundo: lo nuevo surge cuando hay una percepción de que el viejo sistema, el capitalismo, es muerte, y esta idea ya se está difundiendo, sobre todo en América Latina.
– Dice que allí donde se siente la necesidad del cambio se generan prácticas para la construcción de alternativas. Muchos movimientos populares han visto en el Estado un instrumento que les puede ayudar a promover cambios para salir de la explotación o de la amenaza que supone el capital. ¿Hasta qué punto la toma de las instituciones puede servir para el cambio?
– Sí, ahí hay un gran debate. El ejemplo más claro es el que viene de América Latina, cuando los zapatistas rechazaron participar en las campañas electorales. Muchas personas de los sectores de izquierda criticaron esta actitud intensamente, pero yo creo que ahí los zapatistas tenían razón, porque el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no ha sido una alternativa. Hemos visto que en países donde los partidos progresistas asumieron el poder, como en Bolivia, con Evo Morales o en Ecuador, con Rafael Correa, ya hay un conflicto entre Estados y movimientos de base.
En el caso de Bolivia, el presidente ha seguido desde el inicio una política extractivista. Aunque ha intentado reducirlo con algunas medidas, como las bolsas solidarias, son acciones tan simbólicas que no cambian nada y no ponen en el centro el fundamento de las relaciones sociales ni un nuevo modo de producción. En Ecuador, Rafael Correa había prometido una postura determinada frente al petróleo, y ahora se choca con el Yasuní. En Brasil, muchas compañeras y compañeros están demostrando que, con el tiempo, Lula da Silva ha instaurado un imperialismo que sólo se diferencia de los otros en el esfuerzo por expulsar a las empresas americanas.
Es necesario reflexionar sobre esto. Si no nos enfrentamos, si pensamos que se puede mejorar el capitalismo y continuamos con la misma lógica, solamente podremos reducir los efectos negativos. Si creemos que el progresismo significa reducir y humanizar un poco la explotación, entonces el resultado será aún peor, porque esto crea mucha pasividad, nos hacen creer que van a mejorar nuestras condiciones, que no debemos activarnos porque ellos lo harán por nosotras.
– Una de las cuestiones clave que identifica como reforma estructural es la reivindicación que desde el movimiento feminista se ha realizado en torno a la lucha salarial, uno de los elementos que más desigualdad genera. ¿Podría profundizar un poco en cómo la brecha salarial reproduce la desigualdad?
– Desde el Colectivo Feminista Internacional lanzamos la campaña Salario para el Trabajo Doméstico porque entendíamos el sueldo como una máquina que provoca desigualdades. En primer lugar, la diferencia de salarios ha permitido invisibilizar el trabajo doméstico, lo que ha provocado una serie de explotación laboral. En segundo lugar, lo ha naturalizado porque lo ha mitificado y ha creado jerarquías entre lo “asalariado” y lo “no salariado”. A través de estas jerarquías se ha ocasionado un sistema de control indirecto de las personas “sin salario”. Aquí las y los asalariados se convierten en patrones, controladores y supervisores del trabajo no salariado. La jerarquía nunca es neutra, es el principio de la explotación. Debemos tener cuidado cuando hacemos cualquier lucha salarial y asegurarnos de que ésta no va a ser a costa del bienestar de otras personas, cerciorarnos de que aquello que ganamos en el terreno del salario no reproduzca de nuevo jerarquías que generen desigualdades.
– Habla de construir formas más cooperativas para la reproducción social…
– En realidad es un sueño, aunque también una práctica. Dolores Hayden, una feminista que ha hecho mucha labor urbanística en Estados Unidos, ha estudiado la historia centrándose en el esfuerzo de las mujeres para superar el aislamiento del trabajo doméstico.
En muchos países la forma más cooperativa ha surgido a partir de una necesidad provocada por la depresión y la austeridad, como en Chile, Perú y Argentina, donde las mujeres trajeron las olas de los piquetes, los comedores populares y los huertos urbanos. Es importante ver qué ha traído de nuevo a la lucha social. Elementos que no estaban en las luchas de los años 60-70 y que nacen de una necesidad de crear formas de control sobre nuestras vidas, de autoproducción y autoaprovisionamiento.
Me parece haber reconocido la línea que necesitamos seguir. Es claro que en algunos países el camino está más avanzado porque el desastre económico los ha obligado a hacerlo. Y también que en muchos lugares como en América Latina es un poco más fácil porque existe una tradición de relaciones comunitarias que el capitalismo no ha podido destruir y que hoy es una fuerza. El camino que nos muestra América Latina, el camino que se debe recorrer también en Europa y en los EEUU, ya se ha iniciado. En Grecia, por ejemplo, millones de personas se han encontrado con la realidad de un empobrecimiento brutal. Es evidente que van a tener que empezar a crear formas alternativas de vida, y las opciones son aceptar la derrota continua o juntarse, juntar sus recursos, juntar su energía y crear. Mi pareja ahora está en Heraclio, Creta, donde han organizado un gran festival para celebrar las nuevas clínicas sociales. Todas estas cosas se van a ampliar necesariamente.
– Vamos a cambiar de tema y abordar otra de las cuestiones fundamentales de tu obra. En su libro Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria [2], retomas la matanza de brujas como fundante de un sistema capitalista que expropia el cuerpo, los saberes y la reproducción de las mujeres sin remuneración alguna. ¿Qué opinas de la quema de brujas?
– La reflexión sobre las brujas es muy seria, y abro para mí lo que es como una herida abierta, porque en los últimos cuatro o cinco años me he dado cuenta de que el legado de los inquisidores permanece en el imaginario popular, de que han dejado una herencia de desvalorización de la bruja que se plasma en canciones o en prácticas como quemar a las brujas, y que esto pasa a nivel europeo.
Hay quema de brujas en Escandinavia, aunque han hecho un pequeño esfuerzo por reconocerlo construyendo un monumento en Noruega. También en San Juan se celebra la quema de las brujas, incluso hay canciones sobre ello. Cuando fui a Copenhague las mujeres me mostraron algunas representaciones horrendas de brujas. Me gustaría viajar y luchar contra esto junto a un grupo de mujeres.
El año pasado en el País Vasco vimos cosas que nos entristecieron mucho. La imagen de la bruja se ha convertido en una mercancía que se usa para atraer a turistas en lugares como Zugarramurdi, donde hay un Museo de las Brujas y puedes encontrar imágenes horribles. Les pregunté a las mujeres de las tiendas que por qué razón vendían esas cosas y me dijeron que, aunque no les gustaba, lo ordenaba el patrón. Debemos hacer algo para que no se vendan más.
Una puede pensar que tal y como está el mundo, lleno de problemas, nadie va a pensar en las brujas, pero creo que hay que hacer algo, que sería muy importante. En realidad, hoy también se queman brujas: en África se calcula que se han quemado, enterrado vivas o acuchillado más de 30.000 mujeres, sobre todo mayores; en 2013 se han enterrado vivas 700 mujeres en Tanzania; y en Papúa Nueva Guinea también han quemado a muchas. ¿Dónde están las feministas? ¿Dónde hay un surgimiento de feministas?
En India estoy en contacto con mujeres feministas que se están ocupando de esto, porque allí es una matanza. Todas me dicen que está conectado con el cercamiento y la propiedad de las tierras, con el nuevo papel de las mujeres y con la expulsión de las mayores, que son consideradas como no productivas pero que tienen acceso a la tierra. La manipulación de las compañías, que usan las acusaciones de brujería para conseguir sus objetivos es constante. Es importante organizar un grupo de mujeres en cada país para hacer algo. ¿Por qué no en España también?
Notas:
[1] Vic (Catalunya), julio de 2015.
[2] Federici, Silvia (2010): ‘Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria’, Editorial Traficantes de Sueños, Madrid.
Beatriz Plaza y Erika González son investigadoras del Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL) – Paz con Dignidad. Fuente: http://www.revistapueblos.org/?p=19835
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